

Era un tractor pequeñito, muy parecido al de la película, lento, ruidoso, robusto, pero apacible.
Fuí arrancando las malas hierbas de raíz, sentí como el arado introducía su mano de hierro en la tierra virgen (de nuevo). Tuve la misma sensación que cuando se mete la mano en un saco de lentejas secas, la misma sensación de saber que nada malo te va a pasar...
Ayer, por primera vez, me senté de frente al horizonte, y como en la peli de David Lynch, no tuve ninguna prisa.
j.
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Rayos de luz en la oscuridad