viernes, 30 de julio de 2010

Una historia verdadera


Ayer, por primera vez, me senté al frente de un tractor, y como en la peli de David Lynch, no tuve ninguna prisa.

Era un tractor pequeñito, muy parecido al de la película, lento, ruidoso, robusto, pero apacible.

Fuí arrancando las malas hierbas de raíz, sentí como el arado introducía su mano de hierro en la tierra virgen (de nuevo). Tuve la misma sensación que cuando se mete la mano en un saco de lentejas secas, la misma sensación de saber que nada malo te va a pasar...

Ayer, por primera vez, me senté de frente al horizonte, y como en la peli de David Lynch, no tuve ninguna prisa.

j.



miércoles, 28 de julio de 2010

Razonablemente autocompasivo

"Hay que aprender a ser razonablemente autocompasivo, porque, como suele decirse, la compasión empieza por uno mismo".

Es decir, que no debo reprimirme, maltratarme o corregirme, o sea, que me conviene aceptar todos mis impulsos y dejar incluso, que conformen mi personalidad. Eso para hoy está bien, pero quién se lo explica mañana a mi conciencia...

j.

lunes, 12 de julio de 2010

Cerdas mierdas (letra última canción... en clave de humor)

Cerda,
como el viento sonriente de las noches más calientes
de mi ver güenza,
como el soplo porculero de tus labios más sinceros
en mi oreja, cerda.

Cerda, como el aliento choricero que se proyecta,
como una prolongada y verde cagalera,
cerda, como mearse fuera... de la bañera.

Cerda, como un pedo que pesa más de la cuenta,
como un gapo que cuelga de una vieja verja,
como un viejo verde, de más de 70.

Cerda,
como el lento descender de un beso sin cadenas.
como el portal sin ascensor donde me cerraste la puerta,
cerdas manos después de una mezcla de mierdas,
cerdas mierdas.

Cerda, como el sabor amargo de las uñas negras,
como el borde obtuso del fondo de las neveras,
como un moco pegado debajo de una mesa, cerda.

Cerda, como una mosca que te jode toda una puta siesta,
como un chicle pegado a una extensa melena,
como un pelo suelto en una extensa entrepierna, cerda.

Cerda,
como el viento sonriente de las noches más calientes
de mi ver... güenza,
como el soplo porculero de tus labios más sinceros
en mi oreja, cerda.

Cerda, como el lento descender de un beso sin cadenas,
como el portal sin ascensor donde me cerraste la puerta,
cerdas manos después de una mezcla de mierdas,
cerdas mierdas.

j.