domingo, 15 de febrero de 2009

Masticando incertidumbres

Las dudas. Ese alimento diario que necesitamos para mantenernos vivos. Que necesitamos para crecer, y que siempre queremos acabar con ellas.
Existen varios tipos de dudas: las existenciales; que mejor no pensar en ellas, las irrelevantes; ¿que pasaría si meto mi hocico en ese agujero?, y las dudas curiosas, las insignificates, remotas, y morbosas dudas que no nos dejan dormir; ¿a qué sabrán sus besos, a qué sabrá su cuerpo?...

Actuamos, pienso yo, para ir resolviendo esas dudas, y disfrutamos de cada intento, de todo el empeño que ponemos en resolverlas, de cada pizca de esfuerzo empleado. Pero... si alguna vez consigues averiguar la respuesta a tú pregunta... ¿ganas?
O bien pierdes tu interés, o bien, surgen más preguntas. Y aquí está el quit de la cuestión:
Necesitamos esas preguntas. Necesitamos masticar la incertidumbre, saborearla. Te da pena rechazar lo conseguido, piensas: tanto esfuerzo para nada. Pero necesitamos las dudas para vivir, para seguir el camino de la inquietud, en el momento en que no tengamos dudas, estamos muertos.

J.

2 comentarios:

  1. ¿y qué sucedería si la primera respuesta que encontrases a tu pregunta fuera falsa? ¿te quedarías con esa respuesta o intentarías encontrar la respuesta verdadera? hay veces que no es tan fácil responder a ciertas preguntas y hay que indagar más a fondo para encontrar la verdad, si te quedas con la primera respuesta que te dan, si te quedas en la superficie, entonces, es cierto, tanto esfuerzo no habrá servido de nada.

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  2. Si la primera resuesta es falsa, no merece la pena seguir con más preguntas, porque puede que las siguientes respuestas también sean falsas.
    j.

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Rayos de luz en la oscuridad